dijous, 7 de novembre del 2013

Tic-tac


La vida, la gente, las prisas, los trenes se precipitan ferozmente, se vierten sobre la tarde que mece los árboles de los paseos. A través del cristal la realidad queda pautada, se desprende con suavidad del molde hasta dar con el adoquín, decenas de calcos colisionan en el aire con brusquedad.

¿Y si hoy todo terminara? Si mañana fuera el último día, si tu futuro quedara reducido a varias horas. Sin holocausto, sin apocalipsis, sin más aviso que aquella sospecha irracional de que ocurrirá. Solo tú.

¿Qué comida elegiría para despedirme? Puede que los spaguettis con almejas de aquel restaurante que hacía esquina en la calle Florida, quizá sushi hasta reventar. Puede que un concierto de tapas entre las que no faltara el hummus que probé en el rincón de Bruselas y la sublime sea food chowder de cada uno de los pubs irlandeses de los que me enamoré.

¿Qué vestiría? Ropa cómoda, no nos vayamos a engañar. Los pantalones domyos que uso para estar por casa, una camiseta raída, la camisa de mi abuelo y un moño. Sin ropa interior.

No me separaría de mi vástago, lo es todo para mí. Ha llegado a eclipsar al mundo sin ahogarlo del todo. Tanto me quedaría por decirle, nada que quepa en mil horas, ni en mil hojas, ni en mil fotos.

Me quedaría mucho por hacer.

No he leído Así habló Zaratustra. No he terminado El cerebro nos engaña. Y qué hay de retomar a Saramago, a Cortázar... beber del gran Borges, descifrar más a Bolaño, soñar una y otra vez con Márquez y Allende. No he hecho ninguna vía ferrata. Hace años que no escalo. Una última carrera a caballo, Newman si puedo escoger. Interpretar a Gertrudis y emocionar al público. Cantar la canción de Olympia en una estación. Tocar el violín. Aspirar el arte callejero de Berlín. Soñar Viena. Llorar (otra vez) en los Cliffs of Moher. Darle la mano a San Nicolás en Finlandia. Rastrear el tacto de Björk en Islandia.

Pero si mañana acabara todo no soy capaz de ir más allá de mi cercanía. Solo puedo pensar en cada una de las personas a las que amo. Y sin poder ver a más de un par de ellas les haría saber hasta qué punto son importantes. Son personas fantásticas y maravillosas. Son un mundo mágico entre tanta suciedad.

Y si me arrepiento es, efectivamente, de todo aquello que no he hecho. De esos miedos que me han paralizado, que me han sometido a lo largo de tantos años. Odiaré haber desperdiciado tanto tiempo trabajando en cosas que no me han interesado pudiendo dedicarlo a lo que me enriqueciera, pero no podemos olvidar las reglas del juego.

Si muero lo haré sin saber a qué destinar mis horas de la forma convencional y es que, lo mire como lo mire, no logro definirme con el cargo que ostento según mi nómina. Consagraría mi vida entera a aprender, a desgranar los misterios, a descubrir nuevas formas de entender la vida. Quedaría inmersa en las redes de la filosofía, de la historia, de la biología, de la neurociencia, de la sociología, de la antropología, de la química y mucho más. Y todo con la finalidad de que el conocimiento acabe de derribar las murallas de la imposición y den libertad a la percepción.

Y al fin del día acurrucarme en la cama que monté en 5 horas junto a mi universo y olerle hasta que el mundo desapareciera.

Se nos antoja absurdo pensar que mañana vamos a morir, no hay motivo para creer lo contrario, pero esta pequeña reflexión, bien entendida, nos desviste de accesorios futiles dejando a la vista lo único que importa realmente. Vivir el día como si fuera el último es esto.

diumenge, 3 de novembre del 2013

1ª parte



"Yo me habría decidido por otra clase de azulejos" se dice Jane mientras el jabón se precipita por las caderas hasta dar con el charco que engorda a cada segundo y amenaza con joder el parquet. Canturrea un estribillo sosegado que se le ha quedado pegado en los labios. Se sacude el vaho frente al espejo, peinándose, repasando cardenales y mordeduras, observando de reojo la silueta desnuda sobre la cama que se cuela a través de la puerta que ha quedado entreabierta. La sábana enmarañada apenas le cubre una pierna y parte del trasero, tostado tras largas jornadas en esa cala nudista que tanto le gusta. Entra sigilosa en el cuarto y se detiene ante la ventana, sintiendo la brisa a cada exhalación entremezclándose con el almizcle que se resiste a desalojar la habitación. Apenas se percibe el murmullo de las cortinas. 
En ocasiones debe permitirse al destino tomar sus decisiones.


***

Llevaban un par de cervezas cuando Bruno puso unas llaves sobre la mesa: el próximo fin de semana desaparezco, tú sabrás qué haces. Los ojos se le abrieron ante un mundo de posibilidades. Era miércoles y brindaron con vodka polaco. Pasadas varias horas contemplaban, evaluando de 1 al 5, a los transeúntes del paseo marítimo. La mano, ligeramente entumecida, les devolvía a la vileza hecha ciudad con ternura. Engullían los fideos japoneses de forma salvaje, todo un desafío titánico debido a los espasmos de las carcajadas y el dolor de los tatuajes que al fin se habían hecho: él una fresa y ella una plátano. Se incorporó, le asestó un beso que lo dejó sin aliento y se alejó mientras el espectáculo obligaba a los presentes a girar la cabeza. El tintineo de las llaves en el bolsillo derecho la acompañó hasta a casa convirtiéndose en la banda sonora de su fantasía. Tenía dónde, tenía cuándo, ahora debía ir a por el quién.

A Jane le gustaba terminar la semana con una buena sesión de agotamiento, lo necesitaba, de modo que los viernes era su día preferido para escaparse al rocódromo. Y como solía ocurrir encontraba pasatiempos dentro del propio ocio. Le encantaba sentarse y demorarse en ponerse los gatos para así poder disfrutar aquellos cuerpos encaramados a la pared. En especial había dos, Luna y Álex. Era una recién llegada cuando ambos la acogieron y tuvieron la paciencia suficiente para enseñarle todo lo que ahora sabía. Se habían convertido en buenos amigos aunque nunca se vieran fuera de aquel espacio de resina. Había coincidido con Luna en la ducha un par de veces, habían llegado incluso a ducharse juntas, y Jane hacía grandes esfuerzos para evitar olisquearle la espalda. Álex, en cambio, era más directo y había logrado en un par de ocasiones que se quedaran solos en los vestuarios al cierre. No había terminado de encajar el zapato en el pie derecho que ella se sentó a su lado y le dijo:

- Hoy estás radiante, ¿algo interesante en lontananza?
- Lo cierto es que un amigo me presta su casa el próximo fin de semana.
- ¡Fiesta!
- Estaba pensando en algo más íntimo...
- ¿Cena y postre? jajajajaja.
- Quizá... ¿te apuntarías?
- Claro, ¿cuántos?
- Había pensado... tú y yo.
- ¿Solas?
- Si te incomoda podemos invitar a Álex. O a alguien más, un amigo... una amiga.
- Esos días estaré fuera, lo siento.
- Entiendo, espero no haberte molestado
- ¿A mi? No, para nada, de hecho pensaba... ¿nos duchamos luego?

Se levantó y desapareció sin esperar respuesta. No acababa de saber cómo interpretar aquello. Fue una tarde muy larga entre sietes escurridizos y la posibilidad de encontrarse con Luna.

Resultó que su sudor sabía tal y como Jane había imaginado. Habían esperado a que todas se fueran para entrar en la última cabina. Se abalanzaron una encima de la otra, devorándose el deseo, aunque Luna era previsora y había dejado un pedazo de cuerda sobre el brazo de la ducha de modo que en cuanto entraron le levantó los brazos a Jane, la empujó con su cuerpo contra la pared y le ató las manos suavemente. Siseó para callarla y encendió el agua caliente. Lentamente fue resbalando bebiéndole el sudor diluído sin detenerse apenas. Le fue imposible no lanzar un gemido sorprendido cuando sintió su lengua adentrándose con ligera brusquedad. Las ataduras la molestaban pero cualquier intento de zafarse resultaba inútil. Las piernas empezaron a flojearle y no dejaba de retorcerse, Luna le clavó los dedos en las nalgas y la agarró tan fuerte que un grito ahogado quedó flotando sobre ellas unos instantes. Aprovechó para morderle la cara interna del muslo izquierdo. Aquello la excitó tanto que en cuanto volvió a sentir su aliento antedeciendo a sus labios se corrió en mitad de un diós ateo. Acabado el fingido forcejeo Luna se incorporó y se lamieron mientras le desataba las muñecas. Nos vemos la semana que viene fue lo último que le dijo. Cuando logró salir de la ducha, un par de minutos después, ya había vuelto a desaparecer.

Oscurece tan pronto en invierno que solo el viento gélido es capaz de arrancar los retales de melancolía que se aferran al bajo del abrigo. De camino a casa el tacón de madera de las botas pauta el rimo de sus pensamientos y se triplica a la entrada del callejón en el que vive. Antes de meter la llave en la cerradura los perros ya  han pegado sus hocicos al quicio olfateándola con desespero. El calor del hogar siempre es un duro revés. Su inspiración en realidad.

¡Mamá! Llegas tarde. Ya está todo listo, ¿vienes?

Un abrazo con sabor a pan recién hecho. Un beso de zumo de mandarina. Esta noche toca maratón Harry Potter.

dissabte, 12 d’octubre del 2013

Tal dia farà un any



El frío aparece de golpe, como suele hacer. Sin previo aviso. Las subidas resultan menos dificultosas gracias al empuje del viento, que se arremolina alrededor de las caderas y asienta el paso hacia delante.

Estoy en mitad de la plaza, desértica debido a la hora y la temperatura. Nos clavamos la mirada. Impávidos. Nada se remueve, ningún recuerdo se abalanza, solo una pequeña cantinela que extravió su voz en el tumulto hace meses. La madera resiste el impacto de cientos de pies sin queja alguna.

He perdido la cuenta y los recuerdos con ella. No importa si fue cierto, si hubo engaño, si las hojas curvas desparecieron tras el fondo oculto de un cajón. Nada queda de aquellos días. 

El otoño se vierte sobre el paseo a media tarde y las partituras se estremecen bajo el plástico. 

Una khalessi deja que sus dragones emprendan solos el vuelo. 

dissabte, 5 d’octubre del 2013

Si yo soy puta tú eres...



Un bar céntrico desde el que se escucha el ajetreo del ir y venir de funcionarios al son de las campanas de la iglesia. Un hombre se toma una cerveza, Pilsner. A dos metros un joven apoyado sobre la barra rebaña la suya, Voll-damm.
- Eso son tonterías, no existe machismo en el idioma.
- Además, qué mierda es eso de cambiarlo y usar el femenino en su lugar.
- Eso, eso. En todo caso habría que buscar un término neutro, un "lo". Aunque quizá también sea considerado masculino y tengamos que inventar uno nuevo que os guste a vosotras.
La camarera, yo, refunfuña entre dientes. Tendría más éxito si intentara explicarle a un ciego el color coral.

Partamos de esta base: por muy empático que sea un hombre jamás podrá entender el guetto social, lingüístico, político, económico, etc al que se ve, y se siente, expuesta una mujer día tras día. Del mismo modo que jamás podrá entender lo que es un embarazo. No se trata de juicios morales, ni de crear una escala de yo soy más que tú, son hecho irrefutables que ya va siendo hora que se asuman.

El castellano, al igual que el catalán, discriminan. El inglés también, por supuesto, pero las lenguas sajonas tienen un rollo raro con los adjetivos, muchos son neutros, lo que hace mucho más fácil escribir un texto sin género en inglés y alemán que en una lengua románica, al menos de las que conozco. Pero no tengo intención de destripar el lenguaje, para eso necesitaria haber cursado una carrera de filología, probablemente, conjuntamente con la de historia, porque una cosa es la otra, la cienca es historia, la religión es historia, la filosofía es historia, la economía es historia, la tecnología es historia. Hay de contextualizar para entender.

El tema que me ocupa hoy es el término "puta" usado como adjetivo o como arma arrojadiza. Cuando alguien me insulta llamándome puta está atacando abiertamente mi sexualidad y mi forma de entenderla. Muestra rechazo a mi comportamiento basado en una estructura moral más o menos férrea, probablemente derivada de años de yugo católico anclados en la cotidianidad de unas y otros, y con la consideración de creerse baluarte de lo correcto con derecho a juzgar el sentir ajeno. Lo adoro. Sigo sin entender qué guía a alguien a adoctrinar a los demás, hay quien sigue evangelizando el mundo.

En definitiva, lo que todas entendemos por "puta" porque a todas nos lo han llamado alguna vez, a la cara o no.

En realidad es un término absurdo e ilógico, sacado más de contexto de lo que pueda parecer a simple vista. Huelga decir que sin considerar la prostitución una profesión ilustre no creo que sea una actividad que se merezca el concepto que se tiene de ella. O mejor dicho no deberíamos crucificar a quienes la ejercen.

Bien es cierto que esto lo entiendo ahora, en un momento en que soy mujer, tolerante, abierta y con una lucha constante contra mis tabúes, además de no tener ningún interes en inmiscuirse en los dimes y diretes vecinos. Si fuera alguien que considera que mi ser, mi sentir, mi esencia, mi alma, mi respeto se encuentran en mi entrepierna, que un hombre está disculpado de cualquier acto violento para con nosotras porque "es un hombre" y ello parece implicar que carecen de fuerza de voluntad, que están sometidos constantemente a esos bajos instintos tan manoseados en los púlpitos de antaño (y lamentablemente en la actualidad), que tiene derecho debido a una jerarquía blablabla, pues otro gallo cantaría.

Así que soy una puta, por mil y un motivos, pero entonces... ¿qué eres tú? ¿Qué término se utiliza para un hombre? Muy bien, analicemos:

Un hombre con la misma catadura moral que yo. Que se haya acostado con tantas personas como yo. Que haya trasgredido alguna que otra norma social, que no ley. Que disfrute de su sexualidad de un modo abierto y sin tapujos.

¿Cómo lo llamaríais?¿Qué nombre recibe?

De ningún modo, porque esta definición envilece a la mujer y ennoblece al hombre. No hay término que defina el concepto de puta en un hombre porque, simplemente, un hombre no entra en ese concepto. Si lo reducimos al número de personas con las que nos hemos acostado, el número a partir del cual una mujer se convierte en una puta varia según la zona y la religión, aquí podríamos poner unas... 5 o 6. Si me he acostado con 5 o 6 personas soy una puta. Bien hagamos el mismo ejercicio con un hombre, un hombre puede ser mal visto si se ha acostado con ... ¿más de 10? creo que me quedo muy corta, pero lo daremos por válido porque, en realidad, las cifras aquí sirven de ejemplo, no me baso en ellas. Lo interesante es que si estoy delante de un tío que se ha tirado a media ciudad no tengo modo de insultarle. ¿Qué le digo? Ecs tio, eres un puto. (¿En serio? ¿Alguien ha dicho esto alguna vez?). Como mucho me horrorizo y le llamo cabrón. Pero cuidado porque cuando tratamos este término, puta, en ningún caso estamos valorando el sentimiento de la/s otra/s persona/s implicada/s, solo el acto en sí mismo.

Puta no tiene masculino. Solo su variante edulcorada y súmamente machista: Casanova, Donjuán, Machote, Semental, Hombre experimentado.

Vamos, lo mismito...

Pero claro, nosotras exageramos.

dissabte, 31 d’agost del 2013

Con B de viernes



Resbalan lentamente de la copa donde reposa la cerveza hasta romperse contra la mesa. El techado de plástico acentúa el calor a las dos de la tarde, la cuadrilla de al lado ha aparcado su conversación para prestar atención al sinfín de barbaridades que soltamos con total impunidad, como si no hubiera mañana. Como si no tuvieramos que volver a vernos en un par de días.

Coincide que nos sentamos del mismo modo, un pie sobre la silla, otro en el suelo. Aspecto desaliñado tras ocho horas de ajetreo, ninguna pretensión, cansancio acumulado y la vista puesta en cualquier otro sitio. 

Siguen resbalando cuando nos encontramos de repente, instigando el apetito ajeno disfrazando el nuestro, mirándonos de frente, de cerca. 

- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Si, claro.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- ¿Tú también te echas atrás?
- No, yo no. Solo que soy muy... liberal.
- Mmm... entonces me lo tomaré como una invitación.
- Tómatelo como una invitación, por favor. Cuando quieras.

Me aparto unos milímetros de la chapa polvorienta del lateral de la furgoneta mientras abre la puerta con un ligero golpe. Lejos de la primera intención del gesto me escabullo dentro y me siento sobre una caja de madera. Sonríe y me mira, así que le tiendo la mano. Deja el casco sobre el neumático, la mochila al lado del bidón y cierra. Me sorprendo al descubrir que el interior queda totalmente a oscuras. Siento la mano reptando por mi muslo, su aliento de almizcle y cebada devorando todo a su paso, se me hace imposible no morderle. Sus gemidos casi invisibles no logran silenciar la alimaña en la que se convierte cuando esto ocurre y acomete sin vacilar lanzándome sobre el conglomerado y agarrándome fuerte de las caderas. Desliza con codicia la mano bajo la camiseta y encuentra un suspiro con facilidad. La sal de su piel tostada se demora en la lengua unos segundos, suficiente para aterciopelar el eco. De repente se abre la puerta trasera resoplando tres "joder". Anochece de nuevo tras el estallido metálico. Me acarícia la nuca y agarra parte de la melena que ha quedado suelta en el último asalto. Se deshace con rudeza, arrancándonos la boca en un último impulso antes de juntar las frentes e inspirar profundamente. A tientas encuentro las gafas de sol justo a tiempo. La tarde y su realidad nos explota en la cara.

diumenge, 18 d’agost del 2013

Welcome to the jungle



Convergen infinitud de fragancias en una noche cualquiera de la costa catalana, seduciéndote como si de cien brazos que te agarran la ropa e intentan arrancarte los bolsillos (y parte del alma) se tratara.

Tropiezo con cuerpos esculturales a cada metro: camisas de moda, faldas diminutas, vestidos enguantados. Productos de gimnasio y vitamina, de dieta y revista. Un canto a la simetría, un gozo para los sentidos aunque el sonido hueco de los tacones ensordezca el apetito. Los adoquines resisten al tedio del fin de semana devolviendo rechazo y desperdicios al tiempo que nos acercamos al bullicio del local. El armario ropero de la entrada ni tan siquiera me mira mientras paso a su lado. Su única preocupación es que uno de mis acompañantes no se quite la camisa para dejar a la vista unos hombros asombrosamente bonitos. En el podio una muchacha de movimientos opacos que vive otra realidad ajena a los impactos de la música capta la burla de los allí presentes que la convierten en diana de su frustración y falta de talento. Manos que sujetan otras manos, que voltean, que blanden copas, que acarician traseros, que retiran sudores, que sacuden y hablan, que no covencen.

Duele oírles hablar con desprecio de ellas. Suplican pasión de azulejo o alfombrilla segundos después de escupir prejuicios crueles. Me sorprende la gratuidad de su frívolo esquema, la hipocresía de su ética que nos convierte a todas en putas, exigiéndonos pasados pulcros y formas de ramera. 

El espejo devuelve vergüenza y arrepentimiento, patrones encorsetados que hacen que se te corra el rimmel, lágrimas de silicona y culpa de juguete, en realidad.

La ficción de serie B se termina al sentir la arena bajo los pies. El coche devora la línea discontinua. Un abrazo y dos besos sin duda, una mirada vacilante.

El parpadeo blanco me devuelve a la madrugada. Nunca es tarde si la dicha es buena... y una mierda.

divendres, 16 d’agost del 2013

Beast returns



Una delgada pátina de hielo quebradizo desaparece permitiendo a la brizna de hierba hacer su entrada triunfal a un verano que vive por encima de sus necesidades. Las bestias despiertan del letargo helado y se desperezan frente a sus cuevas, pestilentes y repletas de pedazos de piel y mechones de pelo que se ha desprendido de sus cuerpos durante el invierno, dispuestas a absorber la vida que emana de las piedras. 

El ciclo no se detiene.


Todo lo que no dije, iste, imos.



Sentada frente al portátil, bajo un sol hiriente y rodeada del crujir de agua y plástico intento enlazar los diminutos esquemas que han ido generándose estas últimas semanas entorno al silencio. No tengo al alcance la canción que debe inspirar este texto "How can I tell you" de Cat Stevens y es ahora que sonrío debido a esta coincidencia.
 

La epifanía se produjo al inicio de las vacaciones, justo en el instante en que todo un capítulo de mi pasado quedaba zanjado tras una comida amistosa e irónicamente cómoda. Quedaban un par de cientos de kilómetros hasta llegar a casa y el coche ronroneaba agradecido. Fue escuchando a Etta James (cómo no) que reparé en su gesto, en la familiaridad de su abrazo, en la complicidad de su mirar, y en aquel vacío entre el abrir y cerrar de boca. Tanto alardear de sinceridad y llegado el momento cien pretextos se anteponían al nirvana afectivo. Menuda mierda. Aunque quizá no fuera necesario articular palabra, seis años es mucho tiempo, demasiado, para todo y para nada.
 

Reconciliarnos con los demás, o aún peor, con nosotr@s mism@s se nos hace un triathlon. Lamentar lo ocurrido no supone un problema, sabemos de sobras que no es un signo de debilidad como nos han hecho creer nuestros ancestros ilustrados, pero transferir dicha información al/la afectad@ es harina de otro costal.
 

Siento no haber hablado contigo cuando debía. Me gusta tu olor. Lamento no cumplir tus expectativas. No puedo quererte de la forma que desearías. Los músicos callejeros me recuerdan a ti. No te traté como era debido. Debí haber pensado en ti antes de tirar aquel mueble. Te quiero. Me alegra que hayas encontrado la felicidad. Te echo de menos. Quiero pasar una noche contigo. Me dolió que dejaras que todos creyeran que era una zorra. No pienso como tú. Disculpe, ese es mi sitio. Habéis hecho un gran trabajo. Yo también siento miedo. Eres detestable. No lo entiendo, explícamelo. Eres preciosa. No soy capaz. Me encantaría. No me gusta. Adoro tu risa. No debí irme sin decir adiós. Ese comentario es extremadamente racista. No quiero volver a verte. ¿Bailamos?. No pudimos tomar otra opción. Fóllame. Se ha colado, señora. No sé hacerlo. Estaré a tu lado toda la vida. Odio que me rompieras, pero por algún motivo no te odio a ti. Necesito huir. Hazme caso. Gritas demasiado. No te quiero. Ojalá pudiera.
 

Todo lo que no decimos es todo lo que no hacemos. Los motivos nos amparan, las murallas y prejuicios, una retahíla de honestos despropósitos que de algún modo entorpecen nuestro desarrollo y nos castran ligeramente añadiéndo más peso a ese bagaje emocional.
 

Aún y así vomitar lo que sentimos no es la panacea, pero ganamos si estamos dispuestos a perder. Eso o pasados diez años te encontrarás en plena conversación por skype preguntándote cómo habría sido si aquella noche febril de la barcelona de finales de los noventa hubieras respondido: yo también.

dijous, 13 de juny del 2013

Rincón



Existe en mi pequeña ciudad, allí donde casonas de burgueses se congregan luciendo un antiguo esplendor ahora ya marchito, una finca de grandes dimensiones bordada de rosales de banksia. Los muretes de piedra y las paredes de brezo protegen a los habitantes de aquel diminuto paraíso de miradas indiscretas ofreciendo al frustrado espectador, como pago por ello, el aroma de las flores que se exhiben sin recato.

 Escasas son las tardes que, tras el remor de las hojas de palmera, puede oírse la suave armonía de un piano. Se alejan las notas con el viento aunque puede descifrarse La Campanella de Lizst, el Impromtus de Chopin o algún que otro Gnossienne de Satie. Un juego divertido es construir un mundo que nazca de ese delicado sonido. Imagino unos dedos largos acariciando las teclas con decisión, una mano blanquecina manchada de pecas, un brazo delgado balanceándose con cada golpe, un cuello desnudo arropado por mechones pelirrojos despeñándose en espiral, una barbilla fina con un surco que antaño fuera una herida de juego, unos labios rosados y melancólicos, unas mejillas apasionadas, una nariz menuda aleteando sin descanso, unos ojos de esmeralda ocultos bajo párpados de largas pestañas. La estancia diáfana, con apenas un par de cuadros pendiendo sobre papel de filigranas de un gusto exquisito, no puede ser de otro modo. El piano se encuentra frente a un ventanal cuya pintura se cuartea, en la parte derecha, quedando un vacío extraño en el rincón opuesto presidido únicamente por una lámpara de mesa sobre la madera del suelo.

dijous, 4 d’abril del 2013

Kryç



Un claro en mitad de la espesura...


Resulta tremendamente práctica la compartimentación de recuerdos y mi excelente capacidad amnésica. La mayoría de las veces, en realidad. En este caso... aún no he dictado sentencia.

Una mañana cualquiera en un curro de mierda situado en un sótano al que todas llamábamos zulo. Un jefe déspota, misógino y gilipollas. Teléfonos sonando, impresoras calentándose, compañeras cotorreando, sellos estampados, y el tiempo se detuvo. El espacio se detuvo. La vida se detuvo. Cruzó flotando el pasillo sin detenerse frente a mi mesa dejando atrás la estela dorada de su melena. Me fulminó.

Sé que sentí duda, también miedo. Sé que el desconcierto y el caos se apoderaron de mi. También sé que el primer beso lo cambió todo, cambió el mundo. Y sé que jamás temí exponerme a ella, en ningún momento dudé de aquel terremoto que ambas concluimos era amor.

Cuentan diez años, puede que once (seguro que ella lo sabe mejor que yo), y puedo decir que nadie se ha merecido mi entrega, nadie me ha velado los fantasmas, nadie me ha querido de un modo tan transparente como ella.

Nineta



La tortuga no sabe que sabe...


Entré en el esplai por casualidad: un encuentro con una compañera de clase, sonrisas y niños alrededor, una propuesta. La semana siguiente era monitora de peixos. A Antonia no la conocí hasta pasados un par de meses, no recuerdo muy bien la situación pero puedo describir a la perfección la primera vez que hablé con ella a solas en mitad del gentío. Algo sucedió mientras nos trasladábamos miserias e intimidades, algo más frecuente en mi caso que en el suyo. 

Creo que fue en ese instante que quedamos zurcidas, puntada a puntada.

Mi heroína luchaba contra los monstruos de melena brillante y ponzoña en el verbo.
Mi psicóloga que escuchaba y aconsejaba dulcemente.
Mi incitadora de alguna que otra noche de lujuria.

Son ya catorce años compartiendo de cerca y de lejos. Le debo tanto que no cometeré el error de intentar pagárselo, eso lo dejo para la siguiente vida.



dimecres, 3 d’abril del 2013

Bella



El más irreflexivo e incomprensible. 

Conocí a Ale en el Museu de la Ciència, cuando aún se llamaba así. Sus ojos todo lo devoraban, su sonrisa transparente y ese "algo" que desprendía me atraparon desde el principio. Esa misma noche un amigo en común, quien nos había presentado, me invitó a asistir a una cena en un recodo boscoso de Collserola cuya anfitriona estaba a la altura de cualquier expectativa. Mareíto. 

Contando ese día como una sola ocasión solo quedan dos más en que nos hayamos visto. No ha habido charlas por messenger, ni llamada telefónica alguna, únicamente un par de mensajes, quizá tres, al año.  Los primeros brotes de hierba siempre me recuerdan a ella.

"Me voy un año a Australia!!! Estaré por Barcelona un día, dos como mucho. Me gustaría verte antes de irme. Un beso!"

Una tarde en Ciutadella charlando, jugando con mi enano y poniéndonos ligeramente al día. Un soplido de silencio, el momento de sincerarse:

- Es curioso que, siendo esta la tercera vez que nos vemos, me sienta tan conectada y de un modo tan especial. 
- También lo es que de toda la gente que tengo en la ciudad sólo haya quedado con mi madre, con un par de amigos y contigo. Sí lo es.

Soy capaz de enamorarme del aire y de todas mis mujeres lo estoy. Ale es aire y burbuja. Un polo magnético que sostiene mi asombro.

Hoy hace prácticamente ocho años que la conozco.

dimarts, 2 d’abril del 2013

Mis mujeres



Mis mujeres, porque son mías. Una porción más o menos grande quedó en mi interior y acabo fundiéndose con mi alma.
Mis mujeres, porque sólo ellas tienen esa capacidad, esa entereza, esa sensibilidad, esa humanidad, esa generosidad.

Miradas que atraviesan hormigón, lágrimas que provoca terremotos, raptos que aniquilan civilizaciones.

Ellas me colmaron, si no siguen haciéndolo aún, y me elevaron.

Mis mujeres son tan bellas... y tan poderosas.

dilluns, 18 de març del 2013

Ahíta



Oculto tras un mundo vidrioso,
reflejo, 
vertedero de sueños cobardes
que no alcanza, que no arriesga,
arrojando gris sobre el azul.

Desaparece sin réplica
que apacigüe el hartazgo,
carcomiendo la razón
que grita y que araña 
y al que ya no contengo.

No puedo.

Quiero amputarme 
este jodido corazón
y colgarlo a ojos de todos,
los tuyos.
Que descubras, que entiendas
que duele,
atormentado frente a la roca
que son tus palabras
mientras se aferra a cada una de ellas,
mientras el susurro del viento
lo ahoga.


Aunque de nada sirve, 
ambos sabemos.
De mi jamás fue,
de ti, quizá.

Y no oses derramar 
sobre mí
tu melodía,
tu aroma,
tu dulzura.
De nada me valen ante
la letanía de obstáculos
que me has impuesto.

Son los estertores de la muerte,
convulsiones amargas
de quien reconoce el rechazo
como a un viejo compañero.


divendres, 8 de març del 2013

Jane again



Llueve. 
Delirio entrecortado que no halla más que obstáculos. 
Sigue lloviendo. 
La mejilla contra el cristal de la ventana, dibujando espirales con el dedo índice sobre el vaho.
La primavera está por llegar, es la única esperanza, la única condena en realidad.


A Jane se le ha indigestado descubrir que su ausencia es el mejor remedio. Alguien le ha atizado dos guantazos y ha salido corriendo, y resulta difícil mantener el equilibrio sobre once centímetros. Los stilettos no se hicieron para correr tras un asaltante, puede que ni siquiera se hicieran para andar, joder. En algún momento deberá acabar con ese círculo vicioso que la devuelve a la casilla de salida incesantemente, pero no será esa noche. Un ligero centelleo y la máscara se aferra a la piel , es terriblemente sencillo mentir hoy en día y en estas condiciones. Oye el rugido del motor a sus espaldas y se gira mostrando la sonrisa y silenciando el encanto, pues la batalla empieza en ese instante. Con él lo escaso es simple, no se toma la molestia de disimular así que no tarda en deslizar la mano bajo el muslo de ella. No cruzan palabra hasta llegar al ascensor que les llevará del parking al piso de él. Es entonces cuando, al cerrarse las puertas, la arrincona y resbala sus dedos por la nuca agarrándole la melena con suavidad. Ese es el modo: aturdirla y evitar que razone.

"Renace la opacidad a la sombra del galope. Se antoja complicado organizarse entre restos de gasas e hilo de sutura y aunque encontrara la partitura seguiría sin acertar con el solfeo. ¿En qué lugar se perdió el maridaje?"


La piel adormecida prende bajo el sol y se estremece. Constante.

dissabte, 16 de febrer del 2013

Sobrevivir


Si el dolor que me provoca el estómago devorándose a sí mismo no fuera tan espantoso estaría disfrutando de este maravilloso cielo campestre coronado con una constelación de Casiopea hasta ahora jamás contemplada. Fugaces fotogramas se entrelazan fundiéndose con la angustia de saberme cadáver en breves instantes (eso espero). La húmeda brisa agita los tallos de hierba que me acarician las mejillas suavemente mientras trato de alcanzar su mano entre la densidad esmeralda. Su piel, aunque no responde al tacto, aún está caliente. Consigo reptar el par de centímetros necesarios para apreciar su rostro, mis músculos arden crueles pero sus ojos entreabiertos y quizá ya inertes lo merecen. Un último suspiro, solo pido eso. Un último sueño que me permita abandonarme.
No recuerdo cómo pero logré hacer pasar por gastroenteritis una de mis crisis afectivas cíclicas en el trabajo, de modo que disponía de un miércoles entero para dedicarlo a deambular por las calles de la ciudad. Sí recuerdo que se sentó a mi lado en el banco del paseo marítimo, ni cerca ni lejos, mientras yo me devanaba los sesos en sacar alguna melodía mediocre de la guitarra con que acompañar la mierda de versos que había escrito la noche anterior. Es precioso, musitó, sin dejar de mirar el mar. Se giró y sus ojos verdes impactaron con mi razón. Olía a galleta de mantequilla recién hecha. Creo que si en aquel momento me hubiera pedido que me lanzara desde el espigón lo hubiera hecho sin pensarlo dos veces. En lugar de eso me ofreció que la acompañara a arrastrar los pies en la arena. La realidad suele obligarme a acudir aquí cada cierto tiempo a desintoxicarme, pero nunca es suficiente y termino sentada sobre una roca hablándole a las gaviotas y a los gatos que toman el sol. Joder, aquello debería haberme hecho correr en dirección contraria pero sus ojos me lo impedían, tenían un efecto magnético y más que embriagador, lo comprobé horas más tarde cuando ninguna cerveza me la sacaba de la cabeza. Me acosté en la cama jugueteando con el pedazo de papel garabateado con su número de móvil. Todo me decía que no lo hiciera, que no la llamara a las tres de la madrugada para decirle que no podía dejar de pensar en ella, que se me había clavado en el alma y me dolía la distancia de su piel. Fue exactamente lo que hice justo después de oír su frase inicial: has tardado más de lo que esperaba.
"El mundo se reduce a un círculo blanco entre la negrura y un silbido intermitente que me golpea la sien. El ataque de histeria hace que el silencio de mi alrededor se resquebraje con mi risa al tiempo que la angustia me retuerce. Un ligero murmullo con mi nombre impreso me devuelve a este infierno."
Debería haber sospechado de sus amigos de sonrisa vacía y lino, de una mansión en mitad de un pueblo en ruinas a kilómetros de la civilización a la que solo se puede acceder a pie, de aquello a lo que llamaban sala de máquinas, de la sirena que avisaba de las comidas. Debería haber sospechado de las miradas de los demás visitantes. Pero sobretodo debería haber sospechado de las ausencias de Naika, del distanciamiento, de la mudez de sus ruidos.
Al principio me resultó interesante la teoría en sí: dando por válida la pirámide de Maslow, sustituir todas las necesidades por la nada. Engañar al cerebro por medio de las nuevas tecnologías para alcanzar el cuarto estado de conciencia. Si hubiera sabido que aquellos zumbados intentaban llevarlo a cabo habríamos huido de inmediato. Pero de algún modo que desconozco me encontré frente aquel ordenador las 24 horas del día. Hablaba con Naika, comía virtualmente, dormía sin dormir, hice nuevas amistades, creamos comités, llegué a tener cierta reputación y todo. Me pedían consejo. Durante varios días, perdí la cuenta al poco de estar entre aquellas paredes sin ventana alguna, viví de aquella forma y la verdad es que, aunque al principio fue duro, al poco me adapté. Y ella estaba tan feliz, o eso decían sus emoticonos. De hecho creí adquirir el cuarto estado de conciencia, hasta que un día un ratón de campo me mordió el dedo gordo del pie. Bajé la vista y allí estaba mordisqueándome sin compasión, entonces las vi. Mis rodillas, las piernas, levanté la vista y observé mis manos y mis brazos, debía haber perdido más de quince kilos. Acerqué los dedos huesudos a mi cara y topé con los pómulos y nada más. Salté del sillón y me di de bruces contra el suelo. Tardé varios minutos en conseguir ponerme en pie y varios más en encontrar la sala donde estaba ella. Nadie me prestó atención, ni siquiera ella, y tras varios intentos fallidos opté por el mismo método que me había despertado a mi. Le mordí el dedo gordo del pie. Resultó. 

"Una luz me ciega y detrás de ella alguien pronuncia mi nombre. Nos han encontrado. Me suben a una camilla, gritos ensordecedores nos rodean. Intento voltearme hasta donde está Naika. También está sobre una camilla y un chico le coloca una mascarilla con oxígeno. Me dicen que mis piernas están rotas y quizá no puedan salvarlas. No me importa."
Mi bolsillo derecho vibra, la luz verde parpadea codiciosa. Llegará en diez minutos, ha encontrado atasco en el aparcamiento. Es mi primera prueba de velocidad y no quiere perdérsela. La veo pasearse entre las gradas hasta llegar a su asiento con el vestido blanco que le regalé por nuestro aniversario. De no ser por ella lo habría dejado todo. La carrera va a empezar y mis prótesis deslumbran al público. Naika sonríe. 

dissabte, 26 de gener del 2013

Vendetta



Conocedora de la existencia del término medio en estricto sentido teórico Jane representa a la perfección la curvatura de cualquier función exponencial de tercero de BUP. Sus preludios, cautelosos más que suaves, desaparecen de forma cadenciosa en cuanto la piel se somete y el daltonismo metálico e intermitente se aleja reflejado en el retrovisor. Solo precisa de un bocado para abandonarse a la animalidad de ambos y dejar sobre la tapicería, junto a sus gafas, la escasa cordura que ha logrado conservar a lo largo de los golpes. No sabe hacerlo de otro modo y, en realidad, no tiene interés en aprender protocolo a estas alturas, poco le importa hundirse en el barro si sabe que en otro momento aleteará sobre algún sauce. 
Todo aquello es caótico, una locura efervescente de trago largo que anestesia la realidad dándole ese aire a lo Lautrec que tanto la divierte. 
Sentada en la cama y frente a su reflejo en sepia se analiza los pequeños cardenales de las rodillas con una sonrisa a media luz. Se desnuda descifrando con los ojos cerrados matices de cacao, bourbon y madera que han quedado ligados a sus rizos. Le parece sentir otra vez sus manos ciñéndole la nuca, provocándole un escalofrío que hace temblar la estructura de hierro. No alcanza a deshacerse de aquel susurro arañando la espalda en caída libre, una suerte de umami que repta hasta la mudez. Sabe, incluso antes de empezar, que el deseo no hará más que retorcerle el juicio a horcajadas fascinada por sus silencios pero no le importa, no es capaz de ver más allá de su vehemencia contenida en un dedo índice al que rastrea con la lengua.
Se desliza entre las sábanas enredándose en varios suspiros al tiempo que se muerde el labio. La venganza es un plato que se sirve frío, dice. En su caso será caliente.


divendres, 4 de gener del 2013

Discordancias



La retrospectiva es una rutina nefasta aunque en ocasiones vital para la continuidad de la existencia. Me reconozco habitual de este género, reflexivo, aunque tiendo a abusar de ahí que uno de mis propósitos de este nuevo año sea diluirlo. Nunca en exceso, por supuesto.

En ocasiones nuestras necesidades y/o anhelos van en clara disonancia con el murmullo urbano que se cuela por la ventana (se da de bruces con el asfalto carcomido del desencanto). Nos miramos fijamente al espejo con la pretensión de que sea nuestro alter ego quien responda a ese eterno porqué que nos corroe. Su expresión de estupor debería recordarnos que la cosa no funciona así. Y nos lamentamos de las maldiciones a las que nos vemos sometidos, las conjuras judeo-masónicas, los astros mal alineados, el gato negro que cruzó la calle hace una semana y mil etcéteras. Pero... ¿a quién no le ha sucedido?

Alguien conoció a otro alguien bajo una particular espada de Damocles, "dónde estabas hace tres años".
Alguien se cruzó con otro alguien que la amaba libre, y cuando años después recuperó su esencia un tercer alguien le ahuecaba las esperanzas.
Alguien se escondió por miedo mientras transitaba un alguien, y otro, y otro más...

Un buen amigo me dijo hace poco que en el fondo todos buscamos alguien que nos quiera y para quien seamos importantes. Da igual cuantas vueltas le demos, el sentir se antepone a la razón en múltiples ocasiones.

Mi disonancia es caótica, ha girado del revés la realidad dándole una perspectiva nueva y excitante. Tiñe las estaciones, huele a felicidad y golpea el juicio. ¿Miedo? por supuesto, el mismo que siento décimas antes de sacar a galope a un caballo, el mismo que siento cuando solo un pie descansa en el suelo y el resto del cuerpo se aferra a una pared de roca. Pero entonces el viento sacude la piel y una sonrisa se instala en el rostro. No sé comer chocolate llorando su ausencia, que de ríos ya hemos hablado y el mapa lo perdí en la última acampada, y el balido de antes de noche buena me despertó en navidad y luego en año nuevo demostrándome que no hay finales escritos.

Las circunstancias jamás son perfectas, las situaciones alejadas en el tiempo pueden parecernos impecables pero lo cierto es que se colaron cien fantasmas en el transcurso de las mismas.

Hoy brindo por el desconcierto, por la novedad, por la zona donde suceden las cosas mágicas, por los retos y por las adversidades.

¡¡Salud!!