dijous, 4 d’abril del 2013

Kryç



Un claro en mitad de la espesura...


Resulta tremendamente práctica la compartimentación de recuerdos y mi excelente capacidad amnésica. La mayoría de las veces, en realidad. En este caso... aún no he dictado sentencia.

Una mañana cualquiera en un curro de mierda situado en un sótano al que todas llamábamos zulo. Un jefe déspota, misógino y gilipollas. Teléfonos sonando, impresoras calentándose, compañeras cotorreando, sellos estampados, y el tiempo se detuvo. El espacio se detuvo. La vida se detuvo. Cruzó flotando el pasillo sin detenerse frente a mi mesa dejando atrás la estela dorada de su melena. Me fulminó.

Sé que sentí duda, también miedo. Sé que el desconcierto y el caos se apoderaron de mi. También sé que el primer beso lo cambió todo, cambió el mundo. Y sé que jamás temí exponerme a ella, en ningún momento dudé de aquel terremoto que ambas concluimos era amor.

Cuentan diez años, puede que once (seguro que ella lo sabe mejor que yo), y puedo decir que nadie se ha merecido mi entrega, nadie me ha velado los fantasmas, nadie me ha querido de un modo tan transparente como ella.