divendres, 4 de gener del 2013

Discordancias



La retrospectiva es una rutina nefasta aunque en ocasiones vital para la continuidad de la existencia. Me reconozco habitual de este género, reflexivo, aunque tiendo a abusar de ahí que uno de mis propósitos de este nuevo año sea diluirlo. Nunca en exceso, por supuesto.

En ocasiones nuestras necesidades y/o anhelos van en clara disonancia con el murmullo urbano que se cuela por la ventana (se da de bruces con el asfalto carcomido del desencanto). Nos miramos fijamente al espejo con la pretensión de que sea nuestro alter ego quien responda a ese eterno porqué que nos corroe. Su expresión de estupor debería recordarnos que la cosa no funciona así. Y nos lamentamos de las maldiciones a las que nos vemos sometidos, las conjuras judeo-masónicas, los astros mal alineados, el gato negro que cruzó la calle hace una semana y mil etcéteras. Pero... ¿a quién no le ha sucedido?

Alguien conoció a otro alguien bajo una particular espada de Damocles, "dónde estabas hace tres años".
Alguien se cruzó con otro alguien que la amaba libre, y cuando años después recuperó su esencia un tercer alguien le ahuecaba las esperanzas.
Alguien se escondió por miedo mientras transitaba un alguien, y otro, y otro más...

Un buen amigo me dijo hace poco que en el fondo todos buscamos alguien que nos quiera y para quien seamos importantes. Da igual cuantas vueltas le demos, el sentir se antepone a la razón en múltiples ocasiones.

Mi disonancia es caótica, ha girado del revés la realidad dándole una perspectiva nueva y excitante. Tiñe las estaciones, huele a felicidad y golpea el juicio. ¿Miedo? por supuesto, el mismo que siento décimas antes de sacar a galope a un caballo, el mismo que siento cuando solo un pie descansa en el suelo y el resto del cuerpo se aferra a una pared de roca. Pero entonces el viento sacude la piel y una sonrisa se instala en el rostro. No sé comer chocolate llorando su ausencia, que de ríos ya hemos hablado y el mapa lo perdí en la última acampada, y el balido de antes de noche buena me despertó en navidad y luego en año nuevo demostrándome que no hay finales escritos.

Las circunstancias jamás son perfectas, las situaciones alejadas en el tiempo pueden parecernos impecables pero lo cierto es que se colaron cien fantasmas en el transcurso de las mismas.

Hoy brindo por el desconcierto, por la novedad, por la zona donde suceden las cosas mágicas, por los retos y por las adversidades.

¡¡Salud!!