dijous, 4 d’abril del 2013

Kryç



Un claro en mitad de la espesura...


Resulta tremendamente práctica la compartimentación de recuerdos y mi excelente capacidad amnésica. La mayoría de las veces, en realidad. En este caso... aún no he dictado sentencia.

Una mañana cualquiera en un curro de mierda situado en un sótano al que todas llamábamos zulo. Un jefe déspota, misógino y gilipollas. Teléfonos sonando, impresoras calentándose, compañeras cotorreando, sellos estampados, y el tiempo se detuvo. El espacio se detuvo. La vida se detuvo. Cruzó flotando el pasillo sin detenerse frente a mi mesa dejando atrás la estela dorada de su melena. Me fulminó.

Sé que sentí duda, también miedo. Sé que el desconcierto y el caos se apoderaron de mi. También sé que el primer beso lo cambió todo, cambió el mundo. Y sé que jamás temí exponerme a ella, en ningún momento dudé de aquel terremoto que ambas concluimos era amor.

Cuentan diez años, puede que once (seguro que ella lo sabe mejor que yo), y puedo decir que nadie se ha merecido mi entrega, nadie me ha velado los fantasmas, nadie me ha querido de un modo tan transparente como ella.

Nineta



La tortuga no sabe que sabe...


Entré en el esplai por casualidad: un encuentro con una compañera de clase, sonrisas y niños alrededor, una propuesta. La semana siguiente era monitora de peixos. A Antonia no la conocí hasta pasados un par de meses, no recuerdo muy bien la situación pero puedo describir a la perfección la primera vez que hablé con ella a solas en mitad del gentío. Algo sucedió mientras nos trasladábamos miserias e intimidades, algo más frecuente en mi caso que en el suyo. 

Creo que fue en ese instante que quedamos zurcidas, puntada a puntada.

Mi heroína luchaba contra los monstruos de melena brillante y ponzoña en el verbo.
Mi psicóloga que escuchaba y aconsejaba dulcemente.
Mi incitadora de alguna que otra noche de lujuria.

Son ya catorce años compartiendo de cerca y de lejos. Le debo tanto que no cometeré el error de intentar pagárselo, eso lo dejo para la siguiente vida.



dimecres, 3 d’abril del 2013

Bella



El más irreflexivo e incomprensible. 

Conocí a Ale en el Museu de la Ciència, cuando aún se llamaba así. Sus ojos todo lo devoraban, su sonrisa transparente y ese "algo" que desprendía me atraparon desde el principio. Esa misma noche un amigo en común, quien nos había presentado, me invitó a asistir a una cena en un recodo boscoso de Collserola cuya anfitriona estaba a la altura de cualquier expectativa. Mareíto. 

Contando ese día como una sola ocasión solo quedan dos más en que nos hayamos visto. No ha habido charlas por messenger, ni llamada telefónica alguna, únicamente un par de mensajes, quizá tres, al año.  Los primeros brotes de hierba siempre me recuerdan a ella.

"Me voy un año a Australia!!! Estaré por Barcelona un día, dos como mucho. Me gustaría verte antes de irme. Un beso!"

Una tarde en Ciutadella charlando, jugando con mi enano y poniéndonos ligeramente al día. Un soplido de silencio, el momento de sincerarse:

- Es curioso que, siendo esta la tercera vez que nos vemos, me sienta tan conectada y de un modo tan especial. 
- También lo es que de toda la gente que tengo en la ciudad sólo haya quedado con mi madre, con un par de amigos y contigo. Sí lo es.

Soy capaz de enamorarme del aire y de todas mis mujeres lo estoy. Ale es aire y burbuja. Un polo magnético que sostiene mi asombro.

Hoy hace prácticamente ocho años que la conozco.

dimarts, 2 d’abril del 2013

Mis mujeres



Mis mujeres, porque son mías. Una porción más o menos grande quedó en mi interior y acabo fundiéndose con mi alma.
Mis mujeres, porque sólo ellas tienen esa capacidad, esa entereza, esa sensibilidad, esa humanidad, esa generosidad.

Miradas que atraviesan hormigón, lágrimas que provoca terremotos, raptos que aniquilan civilizaciones.

Ellas me colmaron, si no siguen haciéndolo aún, y me elevaron.

Mis mujeres son tan bellas... y tan poderosas.