divendres, 8 de març del 2013

Jane again



Llueve. 
Delirio entrecortado que no halla más que obstáculos. 
Sigue lloviendo. 
La mejilla contra el cristal de la ventana, dibujando espirales con el dedo índice sobre el vaho.
La primavera está por llegar, es la única esperanza, la única condena en realidad.


A Jane se le ha indigestado descubrir que su ausencia es el mejor remedio. Alguien le ha atizado dos guantazos y ha salido corriendo, y resulta difícil mantener el equilibrio sobre once centímetros. Los stilettos no se hicieron para correr tras un asaltante, puede que ni siquiera se hicieran para andar, joder. En algún momento deberá acabar con ese círculo vicioso que la devuelve a la casilla de salida incesantemente, pero no será esa noche. Un ligero centelleo y la máscara se aferra a la piel , es terriblemente sencillo mentir hoy en día y en estas condiciones. Oye el rugido del motor a sus espaldas y se gira mostrando la sonrisa y silenciando el encanto, pues la batalla empieza en ese instante. Con él lo escaso es simple, no se toma la molestia de disimular así que no tarda en deslizar la mano bajo el muslo de ella. No cruzan palabra hasta llegar al ascensor que les llevará del parking al piso de él. Es entonces cuando, al cerrarse las puertas, la arrincona y resbala sus dedos por la nuca agarrándole la melena con suavidad. Ese es el modo: aturdirla y evitar que razone.

"Renace la opacidad a la sombra del galope. Se antoja complicado organizarse entre restos de gasas e hilo de sutura y aunque encontrara la partitura seguiría sin acertar con el solfeo. ¿En qué lugar se perdió el maridaje?"


La piel adormecida prende bajo el sol y se estremece. Constante.