dilluns, 26 de novembre del 2012

Recuerda, estás soñando



Jimi Hendrix se confiesa reverberando entre la madera de pino con sabor a sidra mientras derrama sus acordes por encima del chico constelación que, divertido, juega con ellos salpicando las mesas de su alrededor sin que éstas apenas lo adviertan. La conversación se sucede entre lo dicho y lo que no que, pugnando por salir, enrojece las mejillas abriéndose paso entre la duda y la estupidez.

¿Qué te apetece hacer? - A mi me apetece lamerte
Lo que quieras, mandas tú.
Mmm... déjame pensar - Tus labios, tus manos, tu olor, tú...
¿Estás aquí?
¡Eh! Si. Pensaba - En tu lengua recorriendo mi mandíbula
Tranquila, no hay prisa.
Si fuera verano podríamos darnos un chapuzón - Podríamos buscar un rincón en el que escondernos...
Te la debo, pero en invierno no, ¡jajajaja!
Empecemos por irnos de aquí - Quiero morderte

Descifrar sus silencios y sus gestos se me antoja laborioso, quizá de ahí venga ese magnetismo tan familiar que le envuelve en una luminosidad cuyo chocolate fundido invade las papilas gustativas. Mi incontinencia verbal colabora con mi parálisis corporal convirtiéndome en una versión edulcorada de mi misma en estado de shock. Y entonces la deliciosa tormenta de aroma y almizcle, meandros de placer irrumpiendo y adentrándose en la piel. Tú y yo sabíamos que esto iba a suceder. Su certeza logra trastornarme, puede que incluso me enloquezca. Desliza suavemente su ambrosía como hace tiempo que no siento, una suerte de afán acogedor que estalla y contiene, que grita salvaje escupiendo sobre el papel pintado. Cada carícia se convierte en una promesa, generando expectativa, albergando el deseo de que pierda la razón. Lástima que mañana despertarás y todo habrá sido un sueño.

El despertador me arroja contra el blanco sucio de las paredes del cuarto empañadas del gris lluvioso de la mañana. Giro la cabeza y allí está, pequeños destellos, reminiscencias de una esencia. Sin duda, un sueño vibrante.

dijous, 22 de novembre del 2012

Silenciando



En ocasiones me gustaría ser una femme fatale, una mujer estereotipada que ni siente ni padece y que, en realidad, no deja de estar sometida de igual modo que el resto de la humanidad pero con un fondo de armario de orgasmo. Ser mala, pérfida, mortífera... Lo cierto es que almaceno demasiada tierra bajo las uñas y mierda en los bolsillos como para acercarme lo más mínimo. Esto y mi enfermiza tendencia a la inconstancia lastran cualquier perspectiva de ser un algo en esta vida, me conformaré con ser muchos medio algo en esta vida.

Mi última epifanía, acorde con la realidad que estoy pisando estos meses, ha sido ligeramente decepcionante. Conozco a la perfección los motivos que me llevan a compartimentar y ocultar(me) parte de mi pasado. Aún y así reconozco que la relación entre el dolor infantil y mi cerrazón adulta me resultó inquietante. El tiempo justo de verter un par de lágrimas, flagelarme las entrañas y poco más; lo de las peinetas y el rollo plañidero no va conmigo. Y llego a la misma eterna conclusión: tú piensa y razona que luego viene la enajenación y te lo desbarata todo. Porque esto es lo que ocurre, fragmento y analizo, argumento y me convenzo, esbozo un mañana y un pasado acorde con las herramientas que me han facilitado, manejable, antiséptico, que de nada sirve cuando un olor me sujeta del cuello, me levanta del suelo y me zarandea en mitad de la calle. Acepto la derrota, todas ellas. Mi relación más duradera y estable ha sido y sigue siendo, sin duda, con mi vacío.

Jamás pensé que llegaría el día en que enmudecería por amor. Así de repipi y absurdo. Mi vida ha terminado siendo una versión serie B nacida del cruce de Cumbres Borrascosas y un delirio febril de Chéjov. Suena peor de lo que es.

Alzo la cabeza y sonrío. Seguiré desgranando y experimentando, mostrando mis dientes. No sé sobrevivir sin luchar.

dilluns, 19 de novembre del 2012

Mmm... Trini...



Si tuviera que describir a Trini con una palabra sin duda sería deliciosa. Es un suspiro entre la multitud, prácticamente imperceptible en ese océano inmenso que es un cruce en el centro de la ciudad. 
La conocí a sabiendas sin saber, esa magia que nos liga a personas con las que apenas hemos compartidos más de cinco horas y quedan talladas en el esternón, convirtiéndose en mi diminuto oráculo de bolsillo.
Trini no siente, explota en mil destellos de los que en ocasiones más vale resguardarse. Pero es justo en el ojo del huracán que se torna terciopelo, un ronroneo sosegado y tembloroso que se asusta de las sombras del exterior, las mismas que no han sido amables con ella. Y es debido a esto que es fuerte.

Trini... recordar el sabor de su piel me produce un suave cosquilleo en la nuca, y es que el día que descubrí su sexualidad, y también la mía, todo cambió sin alterar nada. 
Aquella noche había empezado con una cena de veinte en vísperas de navidad. Todo transcurrió con normalidad, risas, canciones versionadas y fotos haciendo el ridículo. Sea como fuere todos habían decidido ir a bailar excepto nosotros tres: Trini, el chico constelación y yo. A una servidora le pierde la boca, un defecto como otro cualquiera, y ya había estado flirteando con la idea (y la pareja) sobre la posibilidad de terminar la noche en mi casa. El tercer mojito hizo las presentaciones pertinentes. A los pocos segundos de desprendernos de los abrigos y sentarnos en el sofá la mano de él me acariciaba el muslo mientras me susurraba al oído que había traído un par de cintas rojas; yo le besaba el cuello a ella. No me resultó complicado hacerles subir a mi dormitorio. Trini se tendió sobre la cama y sin previa sincronía el chico y yo la desnudamos al tiempo que acariciábamos y recorríamos su cuerpo con los labios y algún mordisco que no lograba contener. Bésale, me dijo, quiero veros. Me acerqué a él. Resultaban tan distintos. Miré de reojo y ella se acomodó en el sillón. Le tendí la mano mientras sentía como la lengua de él descendía por mi espalda y se detenía en la cintura pero la rechazó. Quiero veros, repitió. No puedo describir la sensación que me produjo ver a Trini con la mano derecha bajo las braguitas de algodón mordiéndose el labio mientras el reflejo del espejo del armario me devolvía la imagen del chico constelación sujetándome las caderas y gimiendo, todo ello al tiempo que la habitación se inundaba de almizcle y nuestras voces anunciaban un orgamos colectivo.

Nos despedimos a media mañana, tras el café con leche y unos croissants recién hechos. La casa quedó desierta aunque las sábanas me recordaron sus sabores durante horas.
A los dos días nos reencontramos en la oficina. Un par de guiños y aquello quedaba oficialmente zanjado, aunque no muy alejado, siempre podíamos recurrir a esa noche en momentos de soledad.

diumenge, 18 de novembre del 2012

Hilvanado


Deshojar margaritas, un acto perverso que ha quedado grabado en el ideario de jóvenes comercialmente apasionadas. Aunque vintage es demasiado vulgar para los tiempos que corren. E inútil...


Resulta complicado enhebrar el hilo cuando las lágrimas encharcan los ojos cansados de Susan. Después de meses de trabajo, horas invertidas en esbozar cada uno de los remiendos necesarios y alguna que otra noche en vela el final se acerca de forma precipitada. En ocasiones los juguetes, en manos inexpertas o insensatas, tienden a la fragilidad y se rompen al menor descuido. Su labor era arreglarlos, su deseo mejorarlos. Este muñeco en particular suponía un gran desafío. Jamás había llegado a su taller uno tan desbaratado: había perdido ambos ojos, le habían mordisqueado la cola, el interior, rancio, se le escapaba por lo que podría ser el ombligo, le habían arrancado un pie y restos de tinte gris salpicaban todo el pelaje. 

Antes de todo debió decidir el color que asignaría a aquellas pequeñas escamas sedosas y para ello tuvo que recorrer media ciudad hasta dar con una antigua tienda cercana al mercado en el que compraba los rebozuelos anaranjados que tanto le gustaban en la temporada de setas. Herminia, así se llamaba la dueña de la mercería, pasaba los setenta y recibía a sus clientas con una sonrisa cálida que empañaba los cristales de las gafas. Solo necesitó que Susan le describiera a la bestia en cuestión, se internó tras la cortina que daba al almacén y salió con una caja de madera. En ella había retales, hilos, botones, felpa, ovillos de lana y cintas de raso, todo ello en el sinfín de colores que existen en el espectro del rojo al naranja (con algún matiz amarillo). Es mi caja azafrán, creo que te servirá, dijo con un gesto cómplice. Después de mucho discutir logró que le cobrara más de lo que pedía. Se sentó en una terraza a un par de calles de su casa a tomar un zumo de fresa y naranja mientras observaba la caja con los ojos entornados. Podría utilizar la mayor parte de lo que contenía. El relleno fue relativamente sencillo, consiguió con un ligero zurcido que quedara bien sujeto. Recomponer la cola fue más complicado, prácticamente tuvo que hacerla entera cosa que le costó varios días de trabajo. Lo mismo ocurrió con el pie, que se negaba a parecerse al resto. Para los ojos usó cuatro botones, dos grandes de un tono musgo precioso y dos pequeños azul cielo con un ligero matiz violeta. Cuando hubo terminado pudo teñirlo del color azafrán que le correspondía.

Echa la cabeza atrás con la intención de que se retiren y se queden en su rincón para siempre. Una vez recuperada la visión borda con hilo dorado un pequeño dibujo, su firma, en la base de la cola. Años dedicados a esta tarea y aún no entiende la sensación de soledad que queda alojada en la estancia cuando la dueña, o el dueño, cierra la puerta tras de sí con su juguete en brazos. Siente que se llevan consigo un pedazo de ella que, probablemente, cosería sin darse cuenta. Es la única explicación.


Y se abalanza el silencio sobre su caza anudándole el suspiro y asfixiando cualquier esperanza.
Y se abalanza la ausencia sobre su presa quebrando el ancla.

dimarts, 13 de novembre del 2012

Inicio



Un sendero de incierta apariencia
que sueña con ser lecho de otoño
sembrado de naranjas y rojos.
Así es tu camino.

Y la travesía empieza
con un portazo,
con mil llantos,
con cien ausencias,
con un nombre.

Girar la cabeza se vuelve hábito,
el miedo vestidura,
pero en la gélida noche no olvides
que una bestia aguarda su esplendor.

La senda huele a almizcle...
y a sal.



Cascarón de terciopelo



Escondido bajo el peldaño
de mármol roto
un cascarón de terciopelo
observa arrogante.

De tacto sedoso, 
confunde al espectador
del viejo coliseo
en el que mora.

Mi cascarón de terciopelo...
tú y yo sabemos que
la nada se apodera de tus entrañas
en mitad del silencio.

Mi cascarón de terciopelo...
tú y yo sabemos que
el techo desagua tus embates
menguándote la sonrisa.

Dime hasta cuando dejarás que te consuma.


divendres, 9 de novembre del 2012

Apagón



"La vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir"
 Gabriel García Márquez



Llegaba tarde al trabajo. Los viernes eran despiadados, en ellos se acumulaba la falta de descanso de toda la semana, las horas de sueño invertidas en letras absurdas que poco aportaban al mundo. A las seis de la mañana las paredes de la nave industrial crean una atmósfera gélida que atraviesa el alma, sólo un buen trago de café con leche le recuerda sus virtudes a la carne. Eso y el infalible eco en mitad de la madrugada.

Jane reunía fuerzas para afrontar la última jornada antes del ansiado fin de semana cuando se quedó a oscuras. Una avería había dejado sin electricidad a ese sector del polígono mostrando la fragilidad de la sociedad al completo. La puerta se abrió y una sonrisa obscena erguida en el quicio le susurró una idea. Ella la moldeó convirtiéndola en una proposición. Se cerró con un ligero golpe a sus espaldas mientras avanzaba hacia la silueta. Se colocó detrás y acariciándole con distracción el culo se metieron en el cuarto de los ordenadores. Se giró y la suavidad se tornó urgencia. La agarró fuerte y la apretó contra él sin encontrar resistencia alguna. Ella le besó primero, no atiende a convicciones sociales. El sabor de la avidez, el aroma mezcla de aftershave y aceite de motor, el tacto rudo, el ronroneo de las máquinas y los destellos de una decena de leds resistiendo en la oscuridad. Apenas unos segundos, tiempo suficiente para incendiar el pequeño habitáculo hasta que oyeron una voz conocida. Desenredó sus piernas y la dejó con cuidado en el suelo. 

Ya había vuelto la luz y se mordía el labio entre suspiros ante la pantalla de su ordenador recordando sus palabras. No tiene que enterarse nadie. No aprendería nunca...


Las despedidas unidireccionales a medio renquear aportan el matiz rojo que falta a su fiebre de otoño. Visto lo visto habrá que clavetear el alma encauzándola a la amnesia.

dijous, 8 de novembre del 2012

Quiero morderte



El parpadeo verde arranca a Jane del letargo. Escudriña el reloj y un hormigueo le eriza la espalda, quedan apenas unos minutos. Va a la deriva entre el deseo y la duda y cediendo al agotamiento deja la decisión en cascos y crin de su yegua. Busca convicción en la imagen que le devuelve el espejo aunque lo único que obtiene es una sonrisa de perplejidad y la mirada caótica: la antesala de lo que probablemente sea un episodio de locura (nada transitoria, en todo caso cíclica).
Se acomoda en el asiento del copiloto envuelta en una conversación insustancial que les de tiempo a llegar a donde sea que la lleve. Se decide por su casa. No podía negar que era el mejor sustituto al almuerzo tardío. El instante antes de desenredarse de sus ataduras se eterniza ruborizando sus mejillas y provoca que se muerda el labio con nerviosismo. Él lo sabe y juega dilatando ese espacio ofreciéndole una bebida. Cuando vuelve a entrar en la sala lleva consigo dos cervezas frías en una mano. Ella ya se ha puesto cómoda en el sofá y le espera con una idea a la que llevan dándole vueltas un par de días. ¿Dónde dices que vas a morderme?, le pregunta entornando los ojos. Si te parece empezamos... le aparta el cabello y antes de terminar la frase le muerde suavemente el cuello. Así da comienzo la insensatez. Emite un ligero sonido que él interpreta como una puerta abierta y coloca la mano derecha en su cintura, era tal y como había imaginado. Jane desliza su mano izquierda acariciándole la nuca y describiendo pequeños círculos con el dedo índice mientras cierra los ojos y siente como su lengua asciende por el cuello hasta llegar al mentón, donde la besa con cuidado resiguiendo la mandíbula. ¿Quieres que siga?, le pregunta burlón, no busques nada, bombón. Sonríe al oír el mote, le encanta que la llame así. Su respuesta es un beso húmedo que termina al clavarle los dientes en los labios acercándole hacia sí. Prácticamente tumbados sobre los cojines levanta la camiseta de ella dejando al descubierto la piel y el diminuto sujetador gris y rosa. Mientras se deshace de la prenda lame el ombligo y repta hasta llegar al pecho, donde se demora. Se incorpora y ella aprovecha para arrancarle el polo azul marino de trabajo. Su torso aún huele a sudor y a gasolina. Una dentellada en las costillas le hace gemir de sorpresa, esa no se la esperaba. Se abalanza encima de ella y la besa con fuerza incitándola a clavarle las garras en la espalda. Nota la presión dentro de los pantalones, es su turno, va a divertirse un rato prologando el deseo. Primero se libera de los leggins y luego le desabrocha el cinturón lentamente al tiempo que se muestran los colmillos. Bombón... que hoy no llegas a tu casa. Suelta una carcajada que él silencia al girarla sin previo aviso. Resbala la punta de la nariz por la columna con las manos colocadas a ambos lados de sus caderas. Cuando se encuentra con la goma del coulotte lo levanta con la boca y lo suelta de golpe produciendo un chasquido que la deja sin respiración. Aquí era, chiqui, susurra. Siente su respiración sobre la nalga derecha. ¿Me dejas?. Jane gira la cabeza y asiente. 

dimecres, 7 de novembre del 2012

Érase...


Érase una vez, en un país lejano de lecho de hojas secas y de fríos intermitentes, una niña que decidió enmudecer durante el día. Abría la boca y de ella salían palabras que rápidamente ataba con un cordel de la madeja que siempre llevaba en el bolsillo derecho del delantal. Recogía la primera piedra que encontraba por el camino y haciéndole un gran lazo arrojaba el hatillo al río que cruzaba los campos de amapolas y violetas por los que paseaba a diario. 


Garabateada en el muro de la avenida, justo donde aparcó la moto aquella tarde, una frase se burla de sus telarañas, las mismas que el viento despeina. Se siente agotada, vapuleada, consumida; el otoño no deja indiferente a nadie. Cada rugido la empuja al abismo y no tiene fuerzas para oponerse, así queda expuesta. Años de soledad y un punto de ebullición constante hacen que las urgencias se acumulen en exceso. 
Él no es él que es otro, son otros. Uno dulce y cariñoso, que aleja el frío de sus pies. Uno juguetón y salvaje, que libera el pecado. Uno tierno y sugestivo, que acuna su miedos. Y así se suceden, lo que es y no es.
El equilibrio es imposible y su yegua no atiende a razones. Ya no. Ahora no. El rechazo y la aceptación no son gemelos, deberían vestir distinto. 

Al final es cierto, todo es cuestión de tiempo, aunque es falso que toda espera tiene su recompensa.


Y era de noche, antes de acostarse, que sobre el escritorio se encontraba todo cuanto no decía sin desatar. Delicados hilos de agua salada se desprendían de sus silencios goteando sobre la madera del suelo. Sentada en el alfeizar de la ventana los susurraba al aire, a la luna, a los grillos. Pedazos de papel sobresalían de los cajones, de los armarios, de entre las páginas de los libros, de las cajas. Ya no sabía dónde meterlos. Quizá debiera empezar a quemarlos, al fin y al cabo la ceniza es mucho más fácil de guardar.

dilluns, 5 de novembre del 2012

Metamorfosi


metamorfosi

[1696; del llatí metamorfosi, i aquest, del grec metamórphosis, íd.]

f 1 1 Canvi pel qual una cosa perd la seva forma natural i en pren una altra.
     2 p ext Allò en què es transforma una cosa com a resultat d'una metamorfosi.
     3 MIT Facultat de determitats personatges mitològics de canviar d'aspecte i de forma.
     4 ZOOL Conjunt de canvis morfològics i fisiològics que experimenten determinats
     animals des que surten de l'ou fins que assoleixen l'estadi adult.



Dins una cova fosca i humida s'hi està un home que amb prou feines batega. Ha anat allí a morir. Sol. Lluny. Agonitza completament encongit entre cadàvers a mig podrir d'àpats anterior i les seves propies despulles. Les parets traspuen la crueltat de l'exterior. Mai pot amagar-se del tot. Ha perdut la noció del temps, qui sap si són dies, setmanes o mesos.
Sent com se li desfan els òssos, liquant-se lentament i suant els líquid en que es fusiona alhora que quelcom que podrien ser espines li travessen els músculs fent-lo cridar fins a perdre el coneixement. Altre vegada. L'olor de les femtes i l'orina ha deixat de preocupar-li malgrat que cada centímetre de la seva pell s'hi ha revolcat al damunt entre convulsions que el deixaven sense alè. El cor se li ha aturat una dotzena de vegades, i cada cop el dolç riu que és la son i cada cop un esglai que el fa vomitar quan l'òrgan se li eixampla i torna a  bombar. El primer va ser la caixa toràcica: les costelles van començar a trencar-se per permetre que els pulmons s'inflessin. La ranera va omplir tota la cavitat copejant-li fins l'ofec. Sota les ungles encara té les restes del que havien estat les seves faccions i que en un moment donat es van assecar fins a convertir-se en pols. En una ocasió havia passat dos dies sencers immòbil mentre la columna es triturava, naixia i es recol·locava, just abans de que se li obrís la zona lumbar i en sortís un apèndix que el va fer udolar de dolor. 
Respira amb dificultat. Prova d'incorporar-se però les potes no li ho permeten. Les punxades tornen i enmig dels gemecs s'enrosca i plora. Les escates s'obren pas a través de la carn fent degotar la sang fins al terra. Quan s'atura el turment es llepa les ferides vigilant la direcció en que ho fa. Això ja ho ha après.

Com pot s'arrossega cap a la llum, cap al so de les mallarengues, cap a l'olor de les violetes. Sent l'escalfor del sol a tot el seu cos i s'hi estira per a absorbir-lo completament. Ja res serà igual, pensa. El safrà que és ara la seva pell inunda les pedres del voltant fen-t'hi ballar els reflexes irisats. Acaba de nèixer una bèstia.


diumenge, 4 de novembre del 2012

Vacuidad



Cercano a la necedad...



Alientos extraños son
los que ahora moran
abatidos y caóticos,
desaliñados.

Pesadumbre de almizcle
que ya no huele,
que danza hasta dar 
con el suelo,
con el sueño.

Más allá del mar...
sólo hay mar.



... alejado del nirvana.


dijous, 1 de novembre del 2012

Natàlia


Incluso encajada en un pedazo de papel que cuenta con más de cincuenta años. Incluso en el blanco y negro que no le hace justicia a la miel que son tus cabellos. Incluso con esa tristeza que frunce tus labios y arremete contra la bilis del espectador. Incluso, o debido, al traje chaqueta de tweed y la camisa abotonada hasta el ahogo, eras una mujer fuerte y preciosa. Dios sabrá porqué motivo te decidiste por él y sus chaladuras.


Natàlia aprovecha la hora y media de soledad de la mañana del miércoles para aflojarse los nudos y respirar profundamente. Da inicio al ritual haciendo sonar el cd que le regaló su nieta con canciones de Ella Fitzgerald, Etta James y Billie Holliday. Easy living, irónico. Es metódica al elaborar la ambientación necesaria, un perfeccionamiento abstracto (al más puro estilo Kandinsky) que la posee en cuanto se siente libre. Ocurre en contadas ocasiones. Un café con Baileys y el álbum de fotografías sin abrir sobre la mesa de la galería. El sol se derrama sedoso sobre la portada provocando que el reflejo se estampe contra el papel pintado. Se sienta en la silla y al hacerlo se desprende de un quejido que desaparece al tocar las baldosas rojas. Las molestias de la rodilla habían dado paso al dolor seco. Suerte del ascensor, subir las escaleras de tres pisos requería un esfuerzo titánico y su energía desaparecía de forma paulatina, la destinaba íntegramente a soportar el día a día y ese canal televisivo infernal que no cesaba hasta la madrugada. Pasa las páginas con una sonrisa melancólica, adora su colección de fotografías de estrellas de su juventud: Imperio Argentina, Sara Montiel, Dirk Bogarde, Marlene Dietrich, Errol Flynn (según ella las mejores piernas con y sin mallas de la historia), Greta Garbo, Clark Gable, Cantinflas... El tiempo se le había escurrido entre los dedos sin enterarse. El reclamo de una gaviota la devuelve a la realidad de sus quehaceres, debe preparar la comida a tiempo, el horario es sacrosanto en esa casa. Bewitched. Preparará un arroz con verduras, un lenguado a la plancha para cada uno y una ensalada de escarola, rábano y cebolla tierna. 

Algún día. Sí, algún día...