dilluns, 18 de març del 2013

Ahíta



Oculto tras un mundo vidrioso,
reflejo, 
vertedero de sueños cobardes
que no alcanza, que no arriesga,
arrojando gris sobre el azul.

Desaparece sin réplica
que apacigüe el hartazgo,
carcomiendo la razón
que grita y que araña 
y al que ya no contengo.

No puedo.

Quiero amputarme 
este jodido corazón
y colgarlo a ojos de todos,
los tuyos.
Que descubras, que entiendas
que duele,
atormentado frente a la roca
que son tus palabras
mientras se aferra a cada una de ellas,
mientras el susurro del viento
lo ahoga.


Aunque de nada sirve, 
ambos sabemos.
De mi jamás fue,
de ti, quizá.

Y no oses derramar 
sobre mí
tu melodía,
tu aroma,
tu dulzura.
De nada me valen ante
la letanía de obstáculos
que me has impuesto.

Son los estertores de la muerte,
convulsiones amargas
de quien reconoce el rechazo
como a un viejo compañero.


divendres, 8 de març del 2013

Jane again



Llueve. 
Delirio entrecortado que no halla más que obstáculos. 
Sigue lloviendo. 
La mejilla contra el cristal de la ventana, dibujando espirales con el dedo índice sobre el vaho.
La primavera está por llegar, es la única esperanza, la única condena en realidad.


A Jane se le ha indigestado descubrir que su ausencia es el mejor remedio. Alguien le ha atizado dos guantazos y ha salido corriendo, y resulta difícil mantener el equilibrio sobre once centímetros. Los stilettos no se hicieron para correr tras un asaltante, puede que ni siquiera se hicieran para andar, joder. En algún momento deberá acabar con ese círculo vicioso que la devuelve a la casilla de salida incesantemente, pero no será esa noche. Un ligero centelleo y la máscara se aferra a la piel , es terriblemente sencillo mentir hoy en día y en estas condiciones. Oye el rugido del motor a sus espaldas y se gira mostrando la sonrisa y silenciando el encanto, pues la batalla empieza en ese instante. Con él lo escaso es simple, no se toma la molestia de disimular así que no tarda en deslizar la mano bajo el muslo de ella. No cruzan palabra hasta llegar al ascensor que les llevará del parking al piso de él. Es entonces cuando, al cerrarse las puertas, la arrincona y resbala sus dedos por la nuca agarrándole la melena con suavidad. Ese es el modo: aturdirla y evitar que razone.

"Renace la opacidad a la sombra del galope. Se antoja complicado organizarse entre restos de gasas e hilo de sutura y aunque encontrara la partitura seguiría sin acertar con el solfeo. ¿En qué lugar se perdió el maridaje?"


La piel adormecida prende bajo el sol y se estremece. Constante.