dissabte, 31 d’agost del 2013

Con B de viernes



Resbalan lentamente de la copa donde reposa la cerveza hasta romperse contra la mesa. El techado de plástico acentúa el calor a las dos de la tarde, la cuadrilla de al lado ha aparcado su conversación para prestar atención al sinfín de barbaridades que soltamos con total impunidad, como si no hubiera mañana. Como si no tuvieramos que volver a vernos en un par de días.

Coincide que nos sentamos del mismo modo, un pie sobre la silla, otro en el suelo. Aspecto desaliñado tras ocho horas de ajetreo, ninguna pretensión, cansancio acumulado y la vista puesta en cualquier otro sitio. 

Siguen resbalando cuando nos encontramos de repente, instigando el apetito ajeno disfrazando el nuestro, mirándonos de frente, de cerca. 

- ¿Puedo hacerte una pregunta?
- Si, claro.
- ¿Y tú?
- ¿Yo qué?
- ¿Tú también te echas atrás?
- No, yo no. Solo que soy muy... liberal.
- Mmm... entonces me lo tomaré como una invitación.
- Tómatelo como una invitación, por favor. Cuando quieras.

Me aparto unos milímetros de la chapa polvorienta del lateral de la furgoneta mientras abre la puerta con un ligero golpe. Lejos de la primera intención del gesto me escabullo dentro y me siento sobre una caja de madera. Sonríe y me mira, así que le tiendo la mano. Deja el casco sobre el neumático, la mochila al lado del bidón y cierra. Me sorprendo al descubrir que el interior queda totalmente a oscuras. Siento la mano reptando por mi muslo, su aliento de almizcle y cebada devorando todo a su paso, se me hace imposible no morderle. Sus gemidos casi invisibles no logran silenciar la alimaña en la que se convierte cuando esto ocurre y acomete sin vacilar lanzándome sobre el conglomerado y agarrándome fuerte de las caderas. Desliza con codicia la mano bajo la camiseta y encuentra un suspiro con facilidad. La sal de su piel tostada se demora en la lengua unos segundos, suficiente para aterciopelar el eco. De repente se abre la puerta trasera resoplando tres "joder". Anochece de nuevo tras el estallido metálico. Me acarícia la nuca y agarra parte de la melena que ha quedado suelta en el último asalto. Se deshace con rudeza, arrancándonos la boca en un último impulso antes de juntar las frentes e inspirar profundamente. A tientas encuentro las gafas de sol justo a tiempo. La tarde y su realidad nos explota en la cara.