diumenge, 29 de gener del 2017

Chocolate


Jane... ¿en qué te has convertido?

¿Qué ha sucedido para que terminaras así? Pareces desnutrida, noto cierta morbosidad en tus extremidades, hace tiempo que no las mueves, pareciera que hubieras estado fumando opio los últimos meses. ¿Años, dices? Manera extraña de pasar el rato.

No te rindes, ¿acaso luchas? No luchas, ¿acaso te rindes?

Menudo caos, bruja. Debería esperar a la arquera para poder discutirlo, al menos ella es razonable.

El otro día peleaste, me cuentas. Le diste con una silla a la ventana y el cristal se resquebrajó como la cobertura del helado que comías en verano. Y oliste la brisa, helada, y la sentiste en las mejillas y en las pestañas. Sanó tras ver su espalda y la oscuridad volvió. Pero hubo tiempo suficiente para que tus labios se tornaran rojos y saboreaste el aire, pura nostalgia.

Te quiere, dices, te está preparando para algo sublime, te engaña, pero eso tú ya lo sabes. De vez en cuando te saca al jardín y paseáis de la mano. Ya no te suelta, la última vez tuvo que perseguirte durante semanas hasta dar contigo y no quiere que vuelva a suceder. Fuiste mala, admites. No puede vivir sin ti, lo sientes en tu interior, y te agarras a ello. Y no mueres, aunque tampoco vives.

Jane... ¿cuan horroroso fue tu crimen? Una celda de aislamiento no es lugar para ti. No quieres salir, me gritas, no quieres estar en ningún otro sitio, necesitas saberte cerca y sentir su calor, dos pisos más arriba. Ni que fueras la princesa del guisante, Jane.

Sonríes, ciertas noches baja y se acurruca a tu lado, y te abraza sin miedo. Es entonces cuando todo tiene sentido. Vives mil tormentos sólo para gozar unos segundos.

No, no es divertido. No, las similitudes no me parecen increíbles. No, yo no vivo en una celda. No.