dimarts, 11 de desembre del 2012

Elle



Elle se detiene frente a la lavadora temblorosa que habita bajo el techado de carpintería metálica. Apenas cinco grados y la oscuridad retenida por la débil bombilla que parpadea dentro de la humedad es todo lo que allí se da cita. Lleva un fardo en los brazos, una manta, la que les cobijó alrededor de risas y océanos la pasada noche. Mira a ambos lados para cerciorarse de que nadie la observa y esconde la cabeza en el interior del edredón dejando que las notas de almizcle le laman las mejillas. Cierra los ojos para percibir el aroma en su totalidad y husmea el rastro entre los pliegues dejándose hechizar por cada matiz nuevo, por cada imagen que la aborda al tropezar con el tono salado de su sudor que somete sus sentidos hasta convertirla en un bassest hound. Cree distinguir el tacto de sus dientes en el terciopelo de un descosido y se ciñe el retal al pecho acariciándolo con ambas manos, del mismo modo que se aferraba a su piel entre el cuero y el algodón. Se aleja unos centímetros y advierte su media sonrisa en un espejismo sobre la superficie polvorienta del bote de detergente. Se le eriza la nuca. Resuelve meterla en la lavadora antes de que alguien repare en su ausencia, más que prolongada. Deja el ruido a sus espaldas y se acerca al lirio; demasiadas similitudes para analizar esta noche.  El recuerdo de sus brazos rodeándola al tiempo que danzaban el silencio de las calles de madrugada, sus ojos devolviéndole su mirada, dormirse en su aliento... 
Si se lo permite le desenredará las telarañas y le peinará los sentidos (como él ha hecho con ella) de camino al caos.