divendres, 28 de setembre del 2012

Nebulosa de azafrán


Cuando mejor se observan los cuerpos celestes es de noche. Se desnudan, se exhiben con cierta impudicia ante cualquier ojo curioso.

En una de esas noches descubrí al chico constelación. Nacido de una nebulosa con aroma a azafrán se camufla entre los humanos con mucha pericia, se pasea, vive como ellos, o lo intenta, es difícil encajar en un mundo que apesta a podredumbre y etiqueta. Por suerte el instante que compartimos olía a pino y encina, a tierra, a escalas sinfónicas y a piel de verano. Nunca sabré porqué me reveló su identidad secreta, aunque en realidad no me interesa en absoluto. Pero desde que sé que Casiopea custodia su sentimiento y su perplejidad el mundo es un lugar ligeramente más hermoso.

La elasticidad del tiempo me fascina...


2 comentaris:

Nikté ha dit...

Es cierto ¿Para qué saber la identidad de nadie. Total, jamás conoceremos totalmente a esos intrusos que se cruzan por nuestro camino y nos trae tantas...

Suzie Jane ha dit...


¿Y qué es realmente conocer a alguien? Al final todo se reduce a lo mismo, a compartir uno o mil momentos, pero que todos ellos sean auténticos.